Poco a poco, los usuarios nos vamos acostumbrando a pensar en contraseñas más seguras que el mítico 123456, o el nombre de nuestra mascota, pero quizá ni siquiera estos nuevos códigos sean suficiente. Los propios trucos que utilizamos para tratar de ponerles las cosas difíciles a los delincuentes online son los que, paradójicamente, facilitan la tarea de averiguar nuestra contraseña.
La mayor parte de las veces, las contraseñas se filtran desde ataques informáticos a los servicios que las albergan. En eso los usuarios poco podemos hacer aparte de activar la doble verificación. Sin embargo, la página de seguridad State of the Net apunta a varios errores muy comunes. En la práctica, estos errores se traducen en patrones que hacen nuestras contraseñas más obvias de lo que aparentan. Tres de estos patrones son, por ejemplo:
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