
Pasamos a cada apartado.
Salmo 130 (adaptado):
Dios, mi corazón no es caprichoso, ni mis ojos miran a nadie por encima.
No quiero cosas gigantes y difíciles que superan lo que puedo hacer.
Yo me calmo y hago que mis deseos sean chiquitos, como un bebé que descansa tranquilo en los brazos de su mamá.
¡Esperaremos en Ti, Señor, siempre! ¡Desde hoy y para siempre!
Reflexión:
Esta oración es como una canción para que estemos tranquilos. Nos enseña que si queremos ser siempre el más importante o si nuestros ojos solo miran cosas que son demasiado grandes para nosotros, nos vamos a preocupar mucho. El Salmo nos dice: ¡Calma! Lo mejor es hacer que nuestros deseos sean pequeñitos y sencillos. Debemos sentirnos como un bebé que ya comió y está feliz y seguro en el abrazo de su mamá. El bebé no se preocupa por nada; solo sabe que está bien cuidado. Nosotros debemos hacer lo mismo: confiar en Dios sin miedo. Dejar de lado la ambición y la preocupación, y simplemente esperar en Él. Jesús nos pide que seamos así: sencillos, humildes y que confiemos totalmente en Él para entrar en el cielo.
Comenzamos haciendo la señal de la cruz.
SALMO 130 : Abandono confiado en los brazos de Dios
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.
El Salmo 130 se explica como una confesión de humildad, confianza y la búsqueda de paz interior que podemos encontrar en los brazos de Dios. El salmista se compara con un niño que ha aprendido a acallar su alma renunciando a las ambiciones mundanas para esperar en Él "desde ahora y para siempre.
Jesús nos pide volver a ser como niños para entrar en el reino de los cielos.