
El 20 de noviembre de 2016 el Papa Francisco instituyó la Jornada Mundial de los Pobres. Ayer, domingo, la Iglesia celebró esta jornada. Desde la ONG Manos Unidas nos invitan a encender una Luz (con una vela, una bombilla, etc.) como signo de compromiso con la vida, con la fraternidad, con la paz. En nombre de quienes buscan refugio, pan o consuelo y de los pueblos que sufren la guerra, el hambre o la exclusión. Iluminamos el mundo por la tierra herida, que clama por cuidado y respeto, y por todos los hombres y mujeres que, aun en medio de la oscuridad, siguen creyendo que un mundo más justo es posible.
Pasamos a cada apartado.

Jesús, Tú eres la roca fuerte, y esperanza del que no tiene suerte; conoces bien lo que el pobre te pide, y su voz de verdad nunca se esconde.
Ellos confían cuando hay que esperar, y de Ti aprenden a siempre amar. Tú eres, Señor, nuestra gran ilusión, cuando la riqueza nos causa confusión.
Haz que tu Iglesia nunca olvide, que el pobre nos enseña y siempre nos guía. Danos valor para ayudar sin miedo, y la alegría de compartir nuestro juego.
Que dar no es solo un favor bonito, es hacer lo justo, como está escrito. Haz de nuestra escuela y de nuestra casa, un sitio acogedor donde nadie se pasa.
Que al pobre veamos con ojos de hermano, y que tu ternura le dé nuestra mano. María, Madre de gran corazón, guíanos con fe y con tu oración.
Y así podamos siempre decir: ¡Jesús, Tú eres mi esperanza hasta el fin!
Amén.
Señor Jesús, roca firme y esperanza de los humildes,
Tú conoces el clamor de los pobres y escuchas su oración.
Ellos confían en Ti, incluso cuando todo parece perdido,
y nos enseñan que solo quien se apoya en tu amor
encuentra fuerza para seguir caminando.
Tú, Señor, eres nuestra esperanza.
Cuando las riquezas engañan
y los poderes del mundo se imponen,
Tú permaneces fiel.
Haz que tu Iglesia no olvide nunca
que los pobres son tus preferidos,
no como objeto de compasión,
sino como maestros de fe y de esperanza.
Despierta en nosotros la valentía de servir,
la alegría de compartir,
y el compromiso de transformar las estructuras
que generan pobreza e injusticia.
Enséñanos que ayudar al pobre no es sólo un acto de caridad,
sino un deber de justicia y una respuesta a tu Evangelio.
Señor, haz que nuestras comunidades
sean hogar para todos,
donde los descartados encuentren dignidad
y los desesperanzados descubran tu rostro de ternura.
Que aprendamos a ver en cada pobre
un hermano que nos conduce a Ti.
María, Madre de los pobres
y consuelo de los que sufren,
acógenos bajo tu manto
y enséñanos a confiar,
como tú, en la promesa del Señor.
Que con tu intercesión
podamos repetir cada día:
«Tú, Señor, eres mi esperanza;
no quedaré nunca defraudado».
Amén.