
Pasamos a cada apartado, según adaptación.
Rezamos con un salmo adaptado:
Tú me ves:
Señor, Tú me miras y me conoces. Me conoces cuando me siento y cuando me paro, desde lejos sabes lo que pienso en mi cabeza. Ves por dónde camino y cuando descanso, sabes todo lo que hago.
Estás muy cerca:
Antes de que hable la palabra, Tú, Señor, ya la sabes completa. Me rodeas por delante y por detrás, me cubres con tu mano para protegerme. Este saber es demasiado grande, es increíble y no puedo entenderlo.
Estás en todas partes:
¿A dónde iré lejos de tu espíritu? ¿A dónde me escaparé de tu mirada? Si subo al cielo, Tú estás allí; si me acuesto en el fondo del mar, también te encuentro.
Eres mi luz:
Si digo: "Que la oscuridad me tape, que la luz se haga noche a mi alrededor", la oscuridad no es oscura para Ti, la noche es clara como el día.
Me hiciste:
Tú hiciste mi cuerpo por dentro, me formaste en el vientre de mi madre. Te doy las gracias, porque me has creado de forma maravillosa. Tus obras son admirables.
Tienes planes:
¡Qué grandes son tus planes para mí, Señor! ¡Son muchísimas tus ideas! Si quiero contarlas, son más que los granos de arena. Cuando termino de contarlas, Tú sigues a mi lado.
Pido ayuda:
Señor, mira mi corazón y mis sentimientos, dime si voy por el camino malo. Guíame siempre por el camino que es eterno.
Comenzamos haciendo la señal de la cruz. Se lee despacio el siguiente salmo:
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo: "que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí",
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.
¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.
El salmista David en este salmo nos hace ver que Dios no le ha abandonado nunca . Le ha protegido siempre. Dios le conoce perfectamente. Dios sabe todo de cada uno de nosotros pero también espera una respuesta nuestra. El siempre toma la iniciativa pero respeta nuestra libertad.
Repetimos todos juntos la última estrofa de este salmo.
Terminamos haciendo la señal de la cruz