
En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.
«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
“Hazme justicia frente a mi adversario”.
Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:
“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
Y el Señor añadió:
«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».
Vídeo para niños: https://www.youtube.com/watch?v=DtHvz0PL2vA
REFLEXIÓN:
Jesús nos enseña algo superimportante sobre rezar (que es hablar con Dios). Nos cuenta una historia de dos personas: una señora que se había quedado sola, que llamamos la viuda (su marido se había muerto), y un juez que era un poco antipático.
La viuda tenía un problema muy grande y necesitaba que el juez la ayudara a que le hicieran justicia. Pero el juez no quería escucharla. Era un señor que solo pensaba en sí mismo. ¿Saben qué hizo la viuda? ¡No se quedó quieta! Todos los días iba a ver al juez y le pedía lo mismo: "Por favor, ¡ayúdeme con mi problema!".
El juez estaba tan, tan cansado de que la viuda viniera una y otra vez que al final dijo: "¡Uf, ya estoy harto! Le voy a hacer justicia rápido solo para que me deje en paz y no me moleste más".
Jesús nos cuenta esta historia para decirnos: si ese juez malo, por pesado, terminó ayudando a la viuda, ¡imaginen cuánto más nos va a escuchar Dios, que es el Padre más bueno del mundo!
Dios es como el mejor amigo que podemos tener. Él siempre nos ama y quiere lo mejor para nosotros. A veces le pedimos algo y parece que se tarda en responder. ¡Pero eso no quiere decir que no nos escuche! Él sabe el momento perfecto.
Lo que Jesús quiere que aprendamos es a ser como esa viuda: a pedir y pedir y pedir sin cansarnos. Cuando rezamos con mucha fe y sin rendirnos, le demostramos a Dios que de verdad queremos lo que le estamos pidiendo.
Así que, ¡a empezar el día hablando mucho con Dios! Pídele ayuda, dale las gracias y cuéntale todo lo que tienes en el corazón.
Cuando le pides algo a Dios que es importante para ti, ¿sigues pidiéndoselo todos los días como la viuda, o te rindes enseguida?