La anciana y sus semillas
La anciana siguió con su trabajo…
Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.
Unos meses después… yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vio todo el camino lleno de flores… ¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje! Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto. Preguntó al conductor:
– ¿Qué hay de la anciana de las semillas?
– Pues, ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje.
– Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha servido su trabajo?. No ha podido ver su obra.
De repente, oyó la risa de una niña pequeña que señalaba entusiasmada las flores…
¡Mira papá! ¡Mira cuantas flores!
La anciana de nuestra historia había hecho su trabajo y dejó su herencia a todos los que la pudieran recibir, a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices.
Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas.
Este cuento está dedicado a padres, maestros, profesionales de la enseñanza y todas las personas que educan.
No os desaniméis nunca.